martes, 10 de mayo de 2011

Nada a la casa.


 "A ti, y sólo a ti que me sostienes cada vez que debo huir..."


Debo comenzar esta prosa aclarando que le escribo y le hablo a un objeto, y que no tiene nada malo que sea objeto, sino lo malo es que nunca (a pesar de mis súplicas) dejará de serlo.  Le escribo a la casa, a ésa en dónde crecí, a esa que me vió lograr bastante y llorar demasiado.

Le escribo porque aún tengo la tentativa de que el mundo se entere de cuán grande fue mi dolor. Le escribo porque si hay alguna cosa que ha de apretarme firmemente el alma es la casa, es la casa que acamufló el sufrimiento y llanto de quién NO puede huir, porque simplemente no pude. Le escribo a esa casa que supe y sé que jamás será hogar, a esa que me vió más veces escapar que regresar, a esa que la tuve que pelear para despues no amar, a esa que en sus muros acobijó mis glorias enmarcadas en titulos temparanamente olvidados. A esa que sigue siendo "esa casa" y no "mi casa". A esa que no tuvo compasión alguna, y siempre que pudo hizo que no existiera luz en ella, a esa que no he de olvidar jamás porque la odié, y porque ahora tan sólo veo lo inútil que fue odiarla, que esa por ser una mala casa no merece ni el odio.

Por eso ahora siento un vacío cuando hablo de ella o le hablo a ella, simplemente no deseo nada para con ella, sino mi deseo es ése mismo, por favor nada a la casa, nada a esa casa que siempre pareció estar construida con más de algún toque de maldad e insensibilidad, nada a la casa porque hasta lo más inanimado merece tener su espacio de pura paz y tranquilidad. Nada a la casa, porque mientras haya nada en ésa casa habrá mucho en mi , y en mi resentida alma.

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