martes, 10 de mayo de 2011

Nada a la casa.


 "A ti, y sólo a ti que me sostienes cada vez que debo huir..."


Debo comenzar esta prosa aclarando que le escribo y le hablo a un objeto, y que no tiene nada malo que sea objeto, sino lo malo es que nunca (a pesar de mis súplicas) dejará de serlo.  Le escribo a la casa, a ésa en dónde crecí, a esa que me vió lograr bastante y llorar demasiado.

Le escribo porque aún tengo la tentativa de que el mundo se entere de cuán grande fue mi dolor. Le escribo porque si hay alguna cosa que ha de apretarme firmemente el alma es la casa, es la casa que acamufló el sufrimiento y llanto de quién NO puede huir, porque simplemente no pude. Le escribo a esa casa que supe y sé que jamás será hogar, a esa que me vió más veces escapar que regresar, a esa que la tuve que pelear para despues no amar, a esa que en sus muros acobijó mis glorias enmarcadas en titulos temparanamente olvidados. A esa que sigue siendo "esa casa" y no "mi casa". A esa que no tuvo compasión alguna, y siempre que pudo hizo que no existiera luz en ella, a esa que no he de olvidar jamás porque la odié, y porque ahora tan sólo veo lo inútil que fue odiarla, que esa por ser una mala casa no merece ni el odio.

Por eso ahora siento un vacío cuando hablo de ella o le hablo a ella, simplemente no deseo nada para con ella, sino mi deseo es ése mismo, por favor nada a la casa, nada a esa casa que siempre pareció estar construida con más de algún toque de maldad e insensibilidad, nada a la casa porque hasta lo más inanimado merece tener su espacio de pura paz y tranquilidad. Nada a la casa, porque mientras haya nada en ésa casa habrá mucho en mi , y en mi resentida alma.

lunes, 2 de mayo de 2011

La prosa sin fin...



"A usted, que es como mi padre en la literatura...
Jamás, olvidaré sus libros que marcaron mi tendencia a éste, que es el oficio que compartimos..."


"A usted, que junto a sus escritos, no merece vivir 100 años, sino eternamente..."


Ernesto Sábato

Les aseguro que todos sus escritos han de constituir una prosa sin fin, que nada, ni siquiera la muerte que tanto tememos, hará de callar la firme y fuerte voz de este hombre que condujo muchas de mis palabras atragantadas al papel.
Te lloro Sábato, Te lloro y te sufro, porque ahora es cuando más necesitamos gritar todas aquellas cosas que el mundo completo parece olvidar, ahora, cuando el cielo parece necesitar de nosotros, los escritores, la tierra ha vuelto a temblar porque pierde uno más.
Ernesto, Estimado señor de la palabra, siempre lamenté el infortunio de no encontrarme con un ser como usted a la vuelta de la esquina, o en el café menos concurrido de la ciudad, siempre lamenté no poder platicarle todas aquellas intenciones que por mi mente vagaron y que finalmente acabaron en un papel. No logro conformarme con su pérdida, y segura estoy de no acostumbrarme a la ausencia de lo elocuente, pero a la vez elegante de sus palabras.
Llenó mi mente de imaginación, repletó mis tardes de infancia y juventud con sus flamentes obras, aún cuando pensaba que no volvería a escribir, usted hacía presente uno de sus más fuertes gritos de aliento a través de todas aquellas frases memorables, que lo hicieron ser quién es y quién será.
Estimado colega, en este mismo instante se debe estar terminando de escribir un libro con lágrimas, un libro que no ha de ser cualquiera, un libro que habla de su paso por esta vida, su paso jamás indiferente, el que logra hacer de la prosa de su vida, una prosa eterna; una prosa sin fin.

Viaje al alma.