sábado, 10 de abril de 2010

Lo que eres.

"En agradecimiento a la maravillosa letra de SOLAR que sirvió de inspiración, además de todas las vivencias acumuladas que guardo contigo..."


Me parece que se te olvidó, y a ti tambien te parece. Que olvidaste tus referencias, que no recuerdas aquella frase que aparece cada vez que recurro al diccionario buscando tu nombre.
Y ahora pienso, que quizás  no lo olvidaste, sino que nunca te lo dije. No te dije que revivimos "El toque de queda" de Omar  Lara, no te dije... que quise que ese toque de queda se prolongara más allá de lo debido; que rompiera con lo que cuidadosamente te conté al oído y tu gritaste al viento. No te dije lo que eres... que eres lo que he escrito, y lo que continuaré escribiendo hasta el punto final de esta prosa. Que esta prosa no puede tener otro nombre más que "lo que eres", por que de llevar otro, sería tu nombre y no puedo revelarlo. No te dije que sé  que sabrás que eres tú, que eres eso: suspiros de medianoche, besos desesperados y desencajados, gritos y llamadas a mi nombre en medio de eternas veladas de sábado por la noche,  que eres alguna que otra llamada de regreso, pero de regreso, no de ida. Que eres un cuaderno lleno de citas, que sigues siendo cada una de las canciones de Javiera Parra, además de la ayuda perfecta para cada vez que el "no sé" le ganó a mis intentos.
Podría continuar, por ahi una vez escuché la frase: "Lo que empieza no necesariamente termina", y aunque nuestra relación ya sufrió un quiebre definitivo, sigo teniendo más referencias para especificar "lo que eres". Eres y seguiras siendo,  el peor de mis errores, la prueba concreta de mi escacez intuitiva, la mancha de tinta negra dentro de toda mi flamante y apasionada literatura, y por último, el más reciente fracaso de mi más desapercibido intento.
Es eso presisamente y NO en resumen, lo que eres.

Viaje al alma.

Nota del Autor: No necesariamente esta prosa perdura, puede que con el paso de unos años deba escribir "Lo que fuiste", si es que para aquel entonces sigues figurando como un motivo.

miércoles, 7 de abril de 2010

Charla profunda.

Era frecuente para él, no podía evitarlo. Más que planearlo, la costumbre había hecho que este acto de extrema necesidad se volviera inconsciente y surgiera por sí solo.
Coincidía exacto con la hora de llegada de su trabajo, allí, el colgaba su vestón en el perchero que permanecía intacto a un costado de su puerta junto a unos sombreros que le acompañaban, luego, se preparaba para cenar.
Decoraba la mesa con utensilios para una persona, servía siempre el mejor vino y en medio de luces de distintos tipos de vela, daba inicio a la charla.
Comenzaba expresando distintos hechos que había pasado en el día, continuaba con cosas que ya cargaba hace tiempo y concluía con las típicas incógnitas como: ¿Por qué a mi?, ¿Para que esto?, ¿Cuándo acabará?, ¿Acaso soy el único individuo en el planeta destinado a vivir en desgracia?.
Y concluía su charla. No estaba sólo, es más nunca lo estaba, pero generalmente la persona que compartía su charla no le entregaba respuestas. Sin embargo, él creía que una parte de sus problemas desparacían una vez dado vuelta aquel valde con piedras que le retorcía la espalda. Sin más ni menos, de algo servía, según el.
A diario se repetía la escena con algunas que otras variantes, pero las incógnitas permanecían. Era una charla extensa y profunda, por que sacaba a relucir lo más íntimo de él, y además confiaba plenamente en su acompañante.
Al cabo de unos meses, una degracia se hizo presente en su vida, entonces la charla comenzó a ser aún más profunda de lo que era, y como si esto fuera poco, comenzó a manifestar sensaciones de desagrado hacia su único oyente. Si a diario le contaba todo lo que formaba parte de su vida y hasta lo que no también, añorando con los ojos llenos de lágrimas el vuelco total de su mala racha, cómo no iva a ser posible alguna respuesta que le sirviera como consejo.
Si, es verdad que en esta vida queremos permanecer siempre imponentes y resistirlo todo, pero llega el momento en que tu cuerpo, tu alma, y hasta la cavidad más pequeña de tu corazón, se detienen ante toda lucha y te dejan en un coma del cual cuesta recuperarse. Entonces, él fue aún más inteligente, y en vez de caer convalenciente, prefirió retirar él, después de todo, su flamante compañero ya había sobrepasado los límites de la paciencia.
Llegó enojadísimo, aquella noche, su vestón lo lanzó con tal fuerza que quebró algunos adornos de su casa, no preparó ni mesa, ni cena. Destapó una botella de vino y bebió de ella, sentado en el suelo de algunos rincones de su casa, fue como esta vez, dió inicio a su charla. Llorando gritaba las incógnitas, de nada servía contar los acontecimientos del día si su compañero ya los sabía con antelación, entonces dio punto final a la situación, lo llamó por su nombre y preguntó con mayor elocuencia:
-¡Dios!, responde ¿Por que a mi?, ¿Hasta cuándo soy el esclavo del sufrimiento?, ¿Reestablecerás mi vida?.
¡Responde!...
En aquel momento, y como de costumbre, nada se oyó. Finalizó obligado su charla profunda, el alcohol ya había hecho su efecto, entonces se durmió. A este charlista, sólo le quedaba esperar al amanecer e iniciar una nuevo día de vida, sólo así conocería  las respuestas, si es que ya no las estaba conociendo.