miércoles, 17 de marzo de 2010

Emocioerrada

Creía que sus palpitaciones le estaban señalando el camino indicado para alcanzar aquello que tanto había querido desde muy niña: Entregar. Entregar todas esas frases acumuladas en la funda que cubría su almohada, entregar todas aquellas citas que con mucho cuidado atrapó en su cuaderno destinado sólo para eso. Sin contar además, las ganas que le invadían por cantar las canciones que muy fuertemente representaban la pasión con la cual ella miraba la vida.
Pero algo faltaba, y lamentablemente era lo más importante: Compañía.
Se sentía segura siempre, y cómo no habría de estarlo, si las dos palabras que mejor definían a su persona eran "belleza y creatividad", pero todo el mundo sabe, que un puente no se sostiene sólo de un lado, y que es ciertamente necesario que los otros pilares sean tremendamente fuertes, como para soportar todo aquello que se les pueda venir encima.
"La gracia de la vida, no consiste en buscar; sino en saber observar todo aquello que nos rodea". Y ella miraba, miraba y contemplaba sutilmente todo aquello que estaba a pocos metros, no hacía diferencias, ya que sabía que adentro, bien adentro siempre había un pasaje a esa tercera dimesión que sí o si, siempre ha de tener algo fascinante. Entonces, ¿por qué faltaba el segundo pilar en este puente? Por que ninguno de los pilares era lo suficientemente fuerte, o por que en el más lamentable de los casos, ninguno de ellos quería intentar siquiera, serlo para ella.
La consecuencia ha de ser muy dura para la gente que vive estas  situaciones, después de la tormenta no necesariamente viene la calma, sino un proceso de aceptación y asimilación de la realidad, dónde claramente, la persona luce calmada, pero en el fondo sólo ansía la llegada del momento que le permitirá lanzar al viento millones y millones de gritos otoñales.
El caso de ella fue inusual, optó por seguir intentando tomar una mano, sólo que esta vez su parámetro de búsqueda fue mucho menos exigente, tanto así, que olvidó que sus palpitaciones esta vez no eran ni de amor, ni de esa pasión que definía perfecto sus sentimientos de mujer enamorada, sino de la emoción de entrgar todo aquello que le nacía cada vez que un volcán hacía erupción en el fondo de su corazón. A partir de esa día, una nueva palabra se incorporó a su diccionario, sin haberlo ella notado, y un nuevo adjetivo se tomó por completo su descripción: Emocioerrada.